domingo, 3 de julio de 2011

Atravesando la 25

Son las 8 de la mañana, el despertador empieza a querer despertarme, no lo va a lograr con tanta facilidad, lo apago, me doy vuelta y sigo durmiendo. Es una mañana fría en Esquel, la noche nos había impregnado la ropa con humo de cigarrillos y nuestra cabeza tenía los pocos recuerdos que te deja la cerveza. Si no fuera por el Leo (ese rebelde cauto que fue el único que no salió la noche anterior), capaz que todavía estaríamos en Esquel.

Pero no, había que levantarse, armar los bolsos, cargar el auto, desayunar, revisar que no quedara nada, pagarle al señor de la cabaña, llamar a defensa civil; Hola, buen día; Defensa civil, buen día; Si, te quería hacer una consulta; Como no, decime; Estamos por salir hacia Madryn, hay hielo en la ruta?; Para nada, está bellísima la ruta y el día, vayan tranquilos; Gracias, muy amable; Al contrario, es un placer. Termino de hablar y Javi me pregunta si estaba todo bien. Si man, démosle para adelante. Y el Ka, el albóndiga gris, partió una vez más hacia un camino que ya estaba hecho, pero que para nosotros no existía hasta ese momento.


Hablando un poco de todo, más que todo de nada, salimos en busca de la RN 25, un camino que atraviesa todo el país a lo ancho a la altura de Chubut, algo increíble si se lo piensa. Imaginar que en la mañana uno esté bajo la imponente mirada de una montaña indiferente, una montaña que no te permite sentirte nunca a salvo de tus recuerdos, donde el silencio y el reto de la naturaleza resuena todo el tiempo en tus oídos y llega al alma. Yo creo que si uno es una persona que le debe mucho a su conciencia, la montaña no es el mejor lugar para pagarlo. Dia tras dia, hora tras hora, segundos tras segundos que no existen, la montaña nos recordará el porqué fuimos a parar ahí.


Y una vez más recorriendo la extensa tierra que es de todos y a su vez no le pertenece a nadie. Otra vez las nubes, las montañas, el asfalto y el Sol son nuestros compañeros ruteros. Que decirles del paisaje, uno lee en algún texto de interés geográfico y recibe la increíble noticia de que la estepa del Chubut es uno de los lugares más inhóspitos del planeta. Imaginen nuestra sorpresa, no porque estemos haciendo algo imposible, sino por el hecho de que en algún momento alguien trató de unir las montañas de Esquel con el mar del golfo nuevo, y lo hizo a través de tierras en donde solo los reptiles mas grandes de la historia de la naturaleza pueden haber sobrevivido. Montañas de todos colores, plantas que se burlan del viento mientras el viento las molesta por ser tan petisas. Arroyos escondidos, nubes a metros del suelo, como si el cielo estuviera prohibido para ellas. El celeste imponente y el Sol majestuoso en las alturas.


Después de varios kilómetros desérticos, aparece el rio Chubut, como haciendo una curva peligrosa evita chocar con la ruta, asi se presenta ante nuestros ojos. Uno ve esa agua tan transparente y fresca y su primer anhelo es bañarse. Uno sale del auto y su primer pensamiento es volver adentro. El viento y las bajas temperaturas detienen nuestros deseos de aunque sea mojarnos las patas. De todas formas nos bajamos en una formación rocosa a orillas del rio y nuestro sentido de explorar una vez mas conquisto nuestras acciones, y cada uno se perdió por unos minutos. Nos separamos y nos fuimos a explorar este pequeñito pedazo de tierra inhóspita. Es inútil contarles que pasó por nuestras mentes, eso ya quedó en ese lugar. Habremos estado una media hora caminando, saltando, corriendo, tirando piedras, escalando, siendo primitivos en nuestras acciones y a la vez reencontrándonos con la soledad del alma, nuestra y de la de todos los que pasaron por ese lugar.


Hora de seguir viaje. El Ka en marcha, Madryn hacia el este. Un par de estaciones más adelante cambio de conductor. El auto va muy bien, tiembla un poco a los 120 km/h pero es por las valijas. Buen tiempo, si seguimos asi llegamos a la casa del July a las 19. Ruido extraño en lado derecho del auto, paramos a un costado de la ruta, nos bajamos con la certeza de lo que íbamos a encontrar. Y asi fue. Cubierta trasera derecha hecha trapitos de caucho inservible. La cambiamos sin mas problemas, pero el problema es que la delantera izquierda tiene algunas pequeñas rajaduras que vaticinan un final similar a su hermana anteriormente cambiada. La única solución posible era que en Las Plumas (un pueblito a 60 km de distancia) hubiera una gomería abierta. Ese era nuestro próximo destino. Velocidad: 60 km/h.


Y asi fue como a eso de las 18 llegamos a un pueblo de 800 habitantes, olvidado por cualquiera que alguna vez pasó por ahí. Pero por suerte la suerte siguió de nuestro lado. Y encontramos a Oscar, el gomero del pueblo, quien antes trabajaba para el que ahora es dueño del negocio de las cubiertas del pueblo, quien después de un tiempo de ser el jefe de Oscar decidió cerrar la gomería. Esto le permitió a Oscar poder abrirse su propia gomería. Habremos estado algo mas de una hora en Las Plumas. Podríamos haber estado menos, pero era un domingo en Las Plumas, un lugar donde la siesta se extiende hasta pasadas las 6 de la tarde. Ya con una cubierta usada a la que le pusimos una cámara, un auxilio que poco de auxilio tenía, retomamos la 25. Pero esta vez, por la noche y por el hecho de que nuestras cubiertas no eran para nada confiables, la velocidad nunca superó los 90 km/h.


Noche, oscuridad, noche, oscuridad. Es todo lo que les puedo decir de la estepa chubutense a partir de Las Plumas. Eso fue lo que vivimos por mas de dos horas, DOS LARGAS HORAS…


Llegamos a Trelew, la ciudad de las rotondas inexistentes, no vimos una sola en toda la ciudad, pero todo el mundo nos hablaba de rotondas como si fueran tan abundantes como las estrellas en el cielo. Y después de tanto dar vueltas pudimos agarrar la RN 3, y Madryn se encontraba a solo 50 km de distancia, eran las 22, llegaríamos a eso de las 23. Si contamos el hecho de que supuestamente íbamos a llegar a las 7 de la tarde pero afrontando la realidad de que nunca llegamos a una ciudad antes de las 10 de la noche, estábamos bien.


Y después de 45 minutos agotadores e impacientes, Madryn apareció ante nuestros ojos, y el mar, las ballenas, el Juli, Alto Baden, la carga social y otros personajes nos esperaban, pero eso es otra historia...